GAUCHOS (2015)

Son gauchos, sí. Pero no cualquier gaucho. No son los pendencieros tristones de José Hernández,
ni los adustos soldados de Güemes que pintó Lugones, ni los malevos introvertidos y suburbanos
de Borges. Tampoco esos hombres que encontró Darwin en su viaje mítico, ni los soldados de las
caricaturas geniales que dibujó Molina Campos. Son gauchos modernos, una remake del siglo XXI.
Gauchos de ropas de marca y mascotas de veterinaria; de chinas que beben batidos de fruta;
gauchos de camisas con monograma e impecables pañuelos de seda.
Modernos, pero hombres de caballo. Son los gauchos de Jesús María. Cada año desde hace
cincuenta durante durante diez noches de verano, Jesús María es una ceremonia de desafío y
destreza, de corazón al galope, de adrenalina y porfías desbocadas.
Desde todos los rincones del país, y desde Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay, centenares de jinetes
llegan hasta allí, sesenta kilómetros al norte de la capital de Córdoba, para asistir a la cita de
honor. Y entonces se transforma en una fiesta, en una pasarela interminable que va serpenteando
entre domas, peñas, asados con cuero y mates amargos de madrugada.
Y allí conviven todos: los tradicionalistas con los modernizantes, los transgresores con los clásicos,
los arquetípicos con los innovadores. Durante esas diez noches de verano se aceptan, se
hermanan, se celebran y comparten.
¿Contradicciones? Ninguna. Al fin y al cabo, es mucho más lo que los une que lo que los separa, y
unos y otros son iguales y distintos a la vez: tienen las mismas miradas torvas, las mismas rastras y
espuelas adornadas por orfebres, los mismos facones enjoyados. Tienen el mismo oropel de
tradición y coraje que llevan con ellos a todos lados; el mismo fervor religioso en as imágenes de la
Virgen de Luján, y el mismo paganismo popular en los bordados con la silueta del Gauchito Gil.
Gauchos del siglo XXI. Posmodernistas con clásicos. El pasado y el presente fundidos en una sola
imagen para seguir alimentando una misma historia. Son los gauchos de Jesús María. La tradición
está viva y goza de buena salud.

Jorge Camarasa

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